Caminando
“Ser hippie no es una elección, sino una necesidad” que me explicó alguna vez el weye, Juan Carlos Delgado. Y pues si, dada mi condición de desempleado me toca ser hippie. Cuando no tengo que estudiar o hacer tarea, me salgo a caminar; que es sin duda la mejor manera de conocer la ciudad y sus recovecos… sin gastar dinero. Me di una vuelta por varias iglesias, sobre todo para conocer la iglesia santa maría del mar, famosa ahora por el libro ‘La catedral del mar’. Durante el trayecto y curioseando entre la gente, los edificios y demás detalles, me detuve a analizar el diseño de la banqueta. Cosa rara pudiera pensarse, sin embargo me llamó la atención que las baldosas del paseo de Gracia, fueran las mismas que había visto un par de días antes en una exposición de premios al diseño industrial; “60 años de los premios delta”. Entre los diseños premiados, había objetos que te dejaban con la boca abierta, no tanto por lo creativo o innovador del diseño, todo lo contrario, cosas sumamente ordinarias. Una silla de plástico por ejemplo, a la que solo le faltaba la impresión de la palabra ‘Modelo’ o ‘Corona’ en el respaldo para hacerla mobiliario de un bar chafón. Claro que cuando uno veía la fecha y se daba cuenta que fue hecha en los 70’s, uno se puede imaginar lo impactante que fue el hecho de ver una silla de plástico… quizá la primera. De este tipo, varios objetos que hoy son de la vida corriente, pequeñas lámparas, sillas, bancas, mesas… las baldosas también, y para mi sorpresa mucho mobiliario urbano de la exhibición, se puede encontrar directamente en las calles de Barcelona, postes de alumbrado, bancas, paradas de camión, jardineras… si bien dice Vanesa “ciudad de diseñador”.
Conocí la catedral de Barcelona que es bastante bonita y contiene un montón de pequeñas capillas dedicadas a distintos santos, cada una con su pequeña mesita llena de veladoras. Era graciosos ver como la capilla dedicada a Santa Eulalia no tenía ninguna encendida y la del Santo de Padua, estaba repleta… cada quien le rezará al santo que mejor le responda, supongo yo.
Otra que también conocí fue la de la Sagrada Familia, pero nada más por fuera, porque la entrada cuesta sus buenos 15 euros, y los hippies no gastamos dinero en eso, en cambio debería de señalar y decir algo como “… el cielo no necesita dinero…eso es para gente materialista carnal…”, pero no lo hice, y mejor seguí caminando, y afortunadamente no siempre solo.
En una cena organizada aquí en la casa, conocí entre muchas personas, a una pareja de argentinos, Diego y Cecilia. Ambos amablemente, como yo aun no tenía colchón, se ofrecieron a ayudarme a ir al IKEA y adquirir uno, porque como ellos cuentan con coche iba a ser más fácil traerlo. Resulta ser que el famoso IKEA, aquella tienda que tantas veces estudie en varios casos de mercadotecnia, tiene muchísimo espacio para caminar. Es algo parecido a los pabellones de la feria, empiezas por un lado y acabas solamente hasta el otro. Por lo menos en la feria puedes regresarte, en IKEA, hay flechas que señalan la dirección, y esto a mí me produce un corto circuito, porque entonces ya no puedo ir en otra dirección que no sean las flechas ¡ellas señalan la dirección!¿quién soy yo para ir en su contra?. En fin, caminamos y caminamos y Diego me iba entreteniendo con su obsesión con abollar cajas de cartón con el carrito de super que conducía, y además platicando de un detalle que se había mencionado la noche anterior en la cena, y que me pareció fabuloso. El origen y creación del partido FLNJ. (Front de Libération des Nains de Jardins) que no es más que el frente de liberación de enanos de jardín. Y por enanos de jardín ha de entenderse esas figuras de cerámica de gorro rojo que adornan algunos patios. Resulta que en la cena había un francés, hijo de una simpatizante del movimiento, que básicamente se dedica a meterse a jardines ajenos, robar (bueno ellos no roba, liberan) las ya mencionadas figurillas de cerámica y llevarlas al bosque. Ya en el bosque le sacan fotos al enano libre en la naturaleza, y van a dejarlas al buzón del dueño de la figura desaparecida, con una cartita que dice, “!su enano ha sido liberado! !ya es libre y está de vuelta en su hogar!”. Le insistí mucho a Diego para llevar a cabo una fechoría del tipo, porque es algo que ya sabiendo, necesito hacer alguna vez en la vida, pero creo que a él no le hizo mucha gracia la idea o el ir abollando cajas ajenas lo tenía demasiado absorto.
Caminando es como también se llega a los bares. Varios de la universidad, sonsacados por mí por cierto, fuimos al bar llamado la oveja negra, nada espectacular pero tiene buen ambiente, y las sillas y mesas son tan escasas que las tienes que compartir con otro grupo de personas, me llamó la atención un señor de unos 60 años, metido en aquel bar jugando futbolín. El tipo juagaba solo en su lado contra dos chavos. Pero estoy seguro que este señor es el balón de oro de futbolín. Un Messi, un Pelé, bueno un Maradona. Fintaba, hacía pequeñas bicicletas y mandaba pases filtrados. O sea, salía jugando con el porterito de madera con los defensas, y de ahí a la media y la delantera, un genio el tipo.
Y el otro día que íbamos a salir un grupo de mexicanos en el blind date más grande del que yo haya escuchado (nos íbamos a reunir 8 personas que nunca nos habíamos visto, pero que eramos “conocidos del amigo de Nabor el de la orquesta” como bien explicaría Chava Flores). Yo quise proponer el oveja negra, para ver y ¿Por qué no? Retar al genio del futbolín, pero mi idea fue cambiada por ir a un bar llamado Princesa 23. La convivencia con los mails recién materializados como paisanos fue buena, y el bar también bien, porque el staff era muy variado, y así como había una mesera guapísima, había un mago entre ellos, que se acercaba a las mesas a hacer varios trucos de cartas, de los cuales todos los he visto en internet, pero no es lo mismo firmar una carta, meterla al mazo y después que el wey la saque de su cartera. Así pues salí muy agradecido por los trucos, y también por haberme hecho sentir nuevamente como un niño en una fiesta infantil, de esas en las que estabas sentado en la orillita de la silla para cacharle el truco al payaso (en mi caso tontín, porque zampabollos nunca me gustó).
Las últimas caminatas, han sido para comenzar a dejar CV’s por ahí, ya que eso de encontrar prácticas se está complicando un poco. Afortunadamente uno de esos CV ya dio frutos, y ayer me llamaron de un restaurante mexicano (cocina azteca y maya dice el letrero) para meserear. Hacía 3 años que no lo hacía, y bueno, dejé de cobrar un par de cervezas, y serví unos tacos al pastor donde no debía. Ni modo, la curva del aprendizaje. No es trabajo fijo, pero el peruano Miguel, dueño del restaurante (que por cierto se llama “Chilam Balam”) me dijo que me iba a estar llamando esporádicamente. Gané pues 30 euros en 5 horas, un euro de propina y tres cervezas cortesía de Miguel, que me quedé tomando con él y con Lalo, otro mesero mexicano de religión rastafari.
Mañana, caminaré a la biblioteca para reunirme con mi equipo de la maestría, esperando encontrarlos más tranquilos después del examen de contabilidad que tuvimos y que a todos nos dejó un tanto nerviosos.