Eventos
Parte I
No sé si es normal, pero a mí me deprime no hacer nada con mi tiempo libre o los fines de semana. A veces me deprimo tanto que veo Titanic cinco veces seguidas y como mucho helado de chocolate. Así que de preferencia elaboro algún plan. Dentro de las muchas cosas buenas que tiene Barcelona y anexas, son la diversidad de actividades por hacer. Una de ellas por ejemplo es el rafting, y lo hicimos (el plural es por la multicultural bola de cuates que se ha formado) en los pirineos cerca de un lago con el nombre de Sant Maurici. Este lago tiene la peculiaridad de estar entre montañas pero no en las faldas, sino atrapado entre ellas (un poco de manera artificial, ya que hay un dique de por medio), así que hay que caminar cuesta arriba unos 40 minutos antes de llegar a él. El camino lleno de pinos, riachuelos y cervatillos, es digno de una caricatura de Heidi, de vez en cuando me asomaba entre los árboles para ver si estaba ahí la niña de las praderas. Si ya el camino es bonito, el lago es impresionante; atorado entre las montañas y alimentado del deshielo, es una verdadera postal, nada más me faltó el mantel de cuadros rojos con blanco, una cesta con vino blanco y uvas, acompañado de una Cindy Crawford para completar la escena.
Pasando el lago estaba nuestro destino, Rialp, un pequeño pueblo que de hecho no parece España sino más bien Suiza con sus casitas de teja de pizarra y ladrillos naranjas, bordeado por un gélido río donde llevamos a cabo la actividad que nos condujo hasta allá. Yo había hecho kayak, lo cual es muy divertido, pero esto del rafting es más ameno debido a que vas con más gente en la lancha. Nos fue otorgado un neopreno que me hacía ver como Freddy Mercury (lamentable), salvavidas y un casco de Bob el constructor. Mayor misterio no tiene, “!remen!” grita el guía y tú remas, “!no remen!” vuelve a gritar y tú dejas de remar. La adrenalina corre, no solo por los rápidos que vas navegando y que te tiran y hacen revolcarte, sino también por el agua que estaba más fría que María Félix. Ese día lo coronamos con una espléndida cena en un restaurante donde solo estábamos nosotros y que dentro de los muchos platillos que había, yo escogí la escudella, que es básicamente un cocido catalán; alubias, butifarra, morcilla, papas y alguna que otra cosa igual de apetitosa. También probé escargots, o sea, caracoles con los que yo jugaba en el parque del DIF. A decir verdad tienen buen sabor, pero al sacarlos de su conchita, salen retorcidos y no puedo dejar de imaginarme que son caracoles, solo pude comer uno.
Ya con la barriga llena y el corazón contento había que consentir al hígado también, porque ya estaba con principios de delirius tremens. Nos dirigimos pues al bolerama, que era lo más parecido a una discoteca; del aforo de 150 personas solo estábamos nosotros y el cantinero al cuál traíamos de bajada, entre que nos sirviera bebidas y pusiera la música que nos gustaba mientras que algunos de nosotros jugábamos a “tu mamá en tanga de guerra”… se oye mal, pero es un juego bastante inocente. La fiesta continuó en las habitaciones del hotel, donde fuimos invitados por la recepción a guardar silencio por ahí de las 5 de la mañana.
También hicimos un poco de tirolesa y lianas al estilo tarzán, en un lugar llamado “el bosque vertical” (¿Cómo será uno horizontal?), que está formado por altas coníferas en medio de las montañas. Por suerte (o no) me tocó ir en la punta de esta excursión, quitando mosquetón, poniendo mosquetón, asegurando línea – de vida – complementaba Silvana que venía detrás (por cierto, peruana bastante guapa).
Uno se ata fuertemente con múltiples ganchos y correas, sostenido por líneas de alambre trenzado bastante gruesas… o sea, si te caes desde las copas de los árboles que están a 20 metros del suelo y te matas, es porque de verdad tenías la espada de Damocles encima. Con todo y estar totalmente asegurado, te piensas dos veces tirarte en la primer liana. Se siente, como diría chiquidracula, mello mucho mello; igual me tiré y la sensación de caer al vacío es bastante curiosa y divertida, así como la descarga de adrenalina que deja las manos temblorinas.
Parte II
Ahí quedó el par de vivencias, dejando atrás tupidos bosques y gélidas agua de río.
Y ya que mencioné la palabra agua, he de contar que cerca del museo de la historia catalana (ya en Barcelona) que es básicamente un palacio, está la fuente mágica. Esta gran fuente tiene incluidos juegos de luces y un sistema de bocinas en su periferia, todo lo cual está perfectamente coordinado para que la fuente baile al ritmo de la música y de luz multicolor, por si fuera poco a veces aderezan el show con fuegos artificiales en fiestas especiales como las de la Merced, que es una fiesta patronal de por aquí donde abunda la algarabía y el jolgorio, ensalzado con un poco de mitología que explica por qué el 24 de Septiembre en plena fiesta de la Merced llueve. El fenómeno natural se debe a que la santa de la ciudad, Eulalia, quedó fuera de ser la protectora de Barcelona y el puesto se lo ganó la Merced, sobre todo por tener mejor curriculum, a raíz de eso la Eulalia, mejor conocida en el gremio como la ‘Eulis’, llora cada 24 de Septiembre empapando a la ciudad…y será el sereno, pero ese día llovió. La fuente de verdad es mágica, de hecho hipnotiza casi igual que el fuego de una fogata. No se distinguen chorros de agua en sí, es más bien una mancha que bien pudiera ser descrita como impresionista, que se mueve y cambia de color.
Apenas se cierra la llave del agua de la fuente, se oye el croar de las ranas y justo ahí acaba la parte cultural, lo demás es fiesta, como la de Sant Joan que se lleva a cabo en la playa y donde también abundan los fuegos artificiales. Esta fiesta es particularmente amena porque hay muy buen ambiente; se llevan mantas y antorchas, vino y comida, alcohol y vasos, hielos y refrescos, lo necesario pues para contribuir con el buen contexto mientras te cuidas que no te caiga un buscapiés en la cabeza. Ahí conocí a muchas personas, dentro de las cuales destaca una venezolana, por tanto, dueña de fama anticipada de guapa (y esta no era la excepción), sentada ahí entre el grupo llamó mi atención, y como reza aquella filosofía de “el No lo tengo seguro” me gusta, decidí hablarle y aunque la plática no era muy fluida y entretenida, al menos era llevadera y dadas las circunstancias saqué mi celular para pedirle su teléfono. Debo de explicar que mi celular costó 15 euros y me incluía 10 euros de crédito, así que ya se pueden dar una idea de que solo sirve para marcar y recibir llamadas, ni juego de la viborita tiene. La veneca al verlo puso cara de asco, como si tuviera un poquito de mierda en la punta de la nariz y preguntó -¿A poco no tienes Iphone? – y yo le dije que no mientras pensaba “aaaa pinche babosa” - pues qué raro ¿no? – acabó por rematar, a lo que yo contesté que – lo normal – mientras completé mi pensamiento “pues‘ora te vas a quedar con la ganas reinita nomas por tarada”. Normalmente a mí se me resbalan todo este tipo de frivolidades, pero al decirlo como si Dios le hablara y la virgen le susurrara, la ignoré triunfalmente el resto de la noche.
Parte III
En la playa además se llevan cabo muchos más eventos, uno de ellos, la exhibición anual aérea. Ahí pueden apreciarse acrobacias en el cielo, paracaidistas, F-14`s y F-16’s que nunca habían visto y cuyo atronador estruendo contribuyó seguramente a mi ya prematura sordera, pero bueno, hay que aprovechar este tipo de ocasiones donde se ven helicópteros dando una vuelta de campana o Boeings volando lo suficientemente bajo como para imaginarse la impresión de alguien en las torres gemelas viendo por la ventana como se acerca ese inmenso artefacto volador.
Una vez acabado el evento se tiene la opción de dirigirse a un lugar llamado “la champañería”, cuya especialidad es vender botellas de cava y tortas variadas. Se escucha bien hasta que llegas a la entrada que revela un lugar de muy poco metros cuadrados, y que hace que se te vengan a la mente aquellas imágenes del metro de china, donde la gente se para en la puerta esperando a ser comprimida por personal de guantes blancos dedicado a ello. De cualquier manera había que entrar en aquel reducido lugar. Empellones, empujones, codazos, pisotones y uno que otro vituperio son necesarios para abrirse paso entre la gente, mientras trataba desesperadamente de evitar que la ansiedad que ya sentía trepando por la garganta no llegara a la cabeza, finalmente logramos ocupar un espacio semi-apretado para acabar tomando la cava de alguien más y perdiendo comida a manos de algunos extraños, y es que está tan atiborrado de gente que ya no sabes que plato es de quien ni que botella es de cual, así que da igual, si ves comida en un plato la comes, si ves vino en una botella, te lo sirves. La champaña, para aquellos tercermundistas incautos como un servidor, es una bebida de efectos seguros pero retardados, o sea, uno está tomando copa tras copa pensando en lo suavecito que está el burbujeante líquido, cuando de repente te das cuenta de que te acabas de poner al nivel mental de José José. Intoxicadon pues, pero lo mío fue falta de cultura, porque en mis 27 años de vida nunca había probado champaña. Quiero pensar que eso mismo les sucedió a los jugadores del Barça, porque cuando ganaron la liga y la champions, salieron a la calle en un flamante camión de dos pisos ataviado con los colores del equipo, festejando y alzando la copa mientras bailaban y la gente los aclamaba entre vítores y aplausos. Cuando se iba acercando el camión alcancé a distinguir a Álves, Milito, Abidal, Busquets y Messi, también empecé a distinguir un penetrante olor a whisky y champaña que despedía el camión. Más de cerca noté que Messi no se sostenía en pie e iba recargado en un tubo, Álves y Milito tocaban un tambor con movimientos erráticos, mientras Busquets trataba de fijar la vista en algún punto fijo. Abidal en cambio estaba totalmente sobrio, cosa que no es de extrañar ya que acaba de salir de un cáncer de hígado. Esto me resultó curioso, el capitán del Barça es Puyol y por lo tanto el que debería de haber levantado la orejona al acabar el partido de la final, pero le otorgó el privilegio a Abidal, que se alcanzó a recuperar de sus enfermedad para jugar la final… a ver si me explico, se solidarizan con él con lo del honor de levantar la copa, pero al momento de tomar un trago, nadie fue para decir “oye Abidal, como tú no puedes tomar, yo tampoco lo haré”. No. Me imagino que lo que más bien le dijeron fue “oye Abidal, ¿no puedes tomar verdad?... que gacho…brindaremos por ti”. La prensa catalana al día siguiente señalaba que Messi tuvo que haber hablado más cuando el camión llegó al estadio para seguir los festejos, Messi sólo dijo “Muchas gracias, no tengo nada más que decir” ¿Cómo querían que Messi fuera más elocuente si llevaba una guarapeta de calibre Rigo Tobar?. Ese día me dirigí a festejar a las ‘Canaletas’, fuente agua al principio de las Ramblas, que es el punto tradicional para hacer esto, pero esta vez no se podía debido al plantón de los indignados, que tenían tomada la plaza, destruido jardines y construido casas en los árboles.
Momentos históricos quizás esto de los indignados. El 15 de Octubre por ejemplo donde montones de personas alrededor del mundo salieron a quejarse, a levantar la voz y decir “!estamos hasta la madre!” ¿de qué? pienso que cada quien tiene malestares individuales, que se han unido en una sola voz colectiva. ¿Quién financió la publicidad, las pancartas, los videos, etc? No lo sé, y decidí no pensarlo porque resulta bastante complicado entender el capitalismo y el comunismo como para meterme en más honduras… de igual forma levanté la voz y fui a la protesta. Me armé con lentes de seguridad, mi nombre y tipo de sangre anotados en el brazo y zapatos con casquillos. No porque yo fuera a hacer desmanes ni mucho menos, sino pa’ protegerme en caso de que la manifestación se fuera de las manos, como pasó en Roma o en Wall Street donde uno puede llegar a quedarse tuerto a causa de alguna bala de goma perdida. Afortunadamente no pasó nada, y es que hubiera sido una verdadera tragedia de haber sucedido, porque la marcha incluía mujeres embarazadas, niños pequeños y ancianos, todos cantando y lanzando frases de descontento contra los bancos o el sistema, o lo que les diera la gana, yo, levantando la voz para que se escuchara mí “!que mueran los bancos! ¡sobre todo el BBVA de himno nacional que me cobró mil pesos de comisiones sacadas de la manga! ¡Queremos dignidad!”
¿Habrá servido? No sé, luego veo en las noticias al tal Alessio Rastani diciendo que los bancos lo controlan todo y que él mismo se va a dormir en las noches soñando con que continúe la crisis…ingenuamente pensaron algunos que se trataba de una broma de los ‘Yes men’… va a ser que no, que fue de verdad.
Parte IV
Todo esto lo he podido hacer gracias a que ahora gozo de más tiempo. Acabé el máster con un 9 en el proyecto final, no sin antes pasar por el stress de recolectar información de apuntes, libros, internet y hasta ferias de la construcción (el proyecto eran casas hechas a partir de contenedores marítimos) estructurarla, tratar de entender a Elena que no ponía fórmulas en Excel, mientras yo le pedía un número a Jaimeyveth que no me podía dar porque le faltaba un dato que proporcionaba Luis que a su vez cuadraba la plantilla de recursos humanos con David. Que stress. Fue un verdadero logro del equipo hacerlo tan bien y sentirnos satisfechos con el trabajo, haber presentado frente a todos, y con el nervio de que no sonara una sirena que había puesto el profesor en caso de hablar más tiempo del que nos fue otorgado, y encima yo con una camisa, que a falta de plancha, estaba más arrugada que un shar pei y que fue objeto de burlas de mis compañeros al preguntarme si la había traído dentro del bolsillo. Finalmente fuimos muy poco regañados por el exigente profesor Rajadell que siempre empezó diciéndome “Representante de México, espero no se enoje aunque sé que usted nunca se enoja… pero ¡¿como se atreve usted a decir la barbaridad de que en el pasivo…” y letanía después me iba a mi asiento cabizbajo pero contento. ¡Qué rápido se fue el año!. Y aunque es un gran satisfacción haber estudiado el master, da un poco de pena que haya terminado, porque se deja ver mucha gente con la que de alguna manera conviviste, con unos más con otros menos, como mis amigos panameños, Luis y Jaimeyveth, que ya lo dijeron “lo más seguro es que nos volvamos a ver, pero quién sabe si todos juntos” refiriéndose también a Cristina con la que nos juntábamos.
Además pasé al fin el examen de manejo (3 veces reprobé el teórico, y una el práctico… que vergüenza) que era indispensable para mi estancia por acá por ser requisito en el trabajo, y es que sé manejar, pero como me decía el profesor Alberto “No sabes conducir”. El profe tuvo que frenar un par de veces por mí mientras me veía con cara de cansancio e imitando a Cantinflas me decía “híjole manito, si manejas así te van a suspender”, pero es que la verdad hay tanta señales que para alguien que viene de la bella ciudad de San Luis Potosí, nomás confunden. ¿Ceda el paso? ¿Señales en el piso que me obligan a dar vuelta?¿monitos verdes para los peatones?¿carriles de bici?¿señales amarillas que parpadean que en el manual teórico dicen que debes de frenar, pero que en la práctica en realidad indican ‘siga con precaución’?¿carriles bus?¿líneas punteadas gruesas, sencillas, dobles, muy pegaditas, muy separadas, en zigzag?... tan sencillo que es llegar a una esquina frenarse y ver si no viene nadie, o el famoso uno-y-uno del centro potosino. Y ni hablar cuando me pidió que estacionara. Un brazo por detrás del asiento del copiloto, y con una mano el clásico movimiento circular pa’ parquear el vehículo. “En mi vida había visto que alguien estacionara así un coche” y lo dijo no porque lo haya hecho bien, sino por lo del brazo y eso.
En fin, son normas europeas y no sirve que les diga que yo soy de provincia y que no soy de por aquí.
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