Anecdotario del Pollo. Fuera de planeta Catalunya.
Rachel Arieff, es una gringa que de alguna manera quedó varada en Barcelona. Al parecer actriz que como muchas otras, aprendió a cantar, tocar piano, andar en caballo, intentaría ir a Hollywood y trabajar de mesera mientras buscaba audiciones. Y todo para nunca debutar en tan siquiera película, obra de teatro o telenovela de bajo presupuesto. Pero como todo artista frustrado, tuvo que buscarse la vida (al menos ella vive de ser artistas frustrado, no como yo que ni siquiera soy artista frustrado, sino aficionado-wannabe-de-artista-frustrado-que-no-vive-de-ello), y actualmente vive de un monólogo llamado 'Planeta Catalunya', el cuál interpreta todos los jueves últimos de mes en el café teatro Llantiol ubicado en alguna callejuela del laberíntico barrio del Raval, lo cuál es bueno porque a la hora a la que tienes que asistir hay sexoservidoras que te tiran piropos y me hacen sentir un Brad Pitt por unos cuantos segundos. En fin, dicho monólogo es una crítica a la sociedad catalana a través de un humor bastante ácido, que Diego ha descrito como “clásico humor judío americano”, sea así o no, me reí mucho.
Este preámbulo es más o menos lo que le estaba comentando a una compañera del trabajo, cuando la plática dio un giro, ya que ella argumentó que hay un mundo fuera de Catalunya. Cosa que sé, pero que de pronto fue fundamental recordarlo, ya que me preguntó que cuales eran mis planes a futuro ''hay muchas cosas afuera aún por ver – dije - y me gustaría vivir en India o Dubai, o algún país exótico'', me dedicó una larga mirada antes de lapidarme con un ''..pues se te está haciendo tarde..''. ''Jeje'' respondí en mi mejor inglés para tratar de ahogar el pánico que me subió por la garganta al poner sobre la mesa uno de los temas que más me incomodan en esta vida. El tiempo. Entre el vértigo que me pegó y la hiperventilación que me estaba dando, la cabeza ya me daba vueltas alrededor de aquellos sueños guajiros para los cuales ya no me va a dar tiempo, ya no me dará vida para ello. ''Tendré que dejar de pensar en ser futbolista profesional...y ni hablar de ir a un mundial''. Implícitamente mi compañera también lo dijo; te falta poco para sentar cabeza. Había que empezar a aterrizar planes, y rápido, porque si a la ecuación le sumamos que este año se acaba el mundo, el tiempo ya es mínimo inclusive para el libro de Proust.
Planear, planear, así que tu digas que qué bruto como planeo, pues no. No soy multitasking para estos menesteres, y me tengo que concentrar mucho para poder ver el mundo fuera del planeta de Catalunya, antes que nada a nivel laboral ya que dentro de mis labores profesionales, tengo que viajar a la zona norte del país. No para turistear, ciertamente, ni que yo fuera reportero de Lonely planet (I wish) sino para concertar citas, visitar clientes, ofrecer servicio, prospectar y etc etc etc, lo cual se dice fácil, pero para alguien como yo, (desordenado por naturaleza) se complica cuadrar las citas con los desplazamientos de avión, más los del coche, más los de las pérdidas que me voy a dar antes de llegar al lugar de la cita, más el tiempo que me toma dominar el pánico de darme cuenta de que perdí la computadora, más el tiempo que me llevó saber que la dejé en el hotel, regresar, recogerla, llamar a la planta para evitar que la agencia de viajes informara de que se encontró una computadora en el hotel a nombre de Jaime Rodríguez.... Al final se logra y cuando acaba el día y puedo aflojarme la corbata de nudo aprendido en youtube y quitarme el traje, siempre queda algo de tiempo para ir a caminar por la ciudad en turno. La primera fue Pamplona, la cual tiene un centro bastante bonito donde está lleno de baresitos donde comer pinchos, que son pequeñas viandas montadas en rodajas de pan que uno puede agarrar directamente de la barra, para al final decir “me comí uno de esos, dos de aquellos, y tres de los que ya o hay”. Las porciones son gigantes pero exquisitas, he probado chistorras, tomates secos con queso, jamones curados, tortillas de papas, sardinas rebosadas, calamares, anchoas y un bacalao con huevo llamado ajoarriero, cuya combinación que se antoja muy poco armónica es en realidad deliciosa. Ya habiendo tomado una copita (o dos) me dirigí a la catedral guiándome por las conchas que señalan parte del camino de Santiago (espero, algún día poder hacer). La fachada de la la catedral es bastante grande y al no haber mucho espacio frente a ella se antoja más alta de lo que probablemente sea. La pude ver más concienzudamente, porque sin querer entré cuando se oficiaba una misa con la particularidad de incluir procesión. Una veintena de personas de la tercera edad daban vueltas en círculos alrededor de todo lo ancho y largo de la catedral siendo guiados por un estandarte de algún santo, y rezando alguna letanía que no pude entender. Me les uní. Creo que dimos una seis vueltas, y así como yo me sorprendía de ver los detalles de la iglesia a luz casi de vela y a ritmo de zapateado con osteoporosis, las venerables ancianas debían de sorprenderse de ver a un joven dando vueltas junto con ellas a las 9:30 de la noche ''ojala mi nieta encuentre uno así'' estoy seguro que pensaban. Fuera de eso, el centro tiene su encanto, pero lo que debe de valer la pena es asistir a los San Fermínes y ver como una bola de alcoholizados turistas son embestidos por los toros. Ya será.
La siguiente ciudad fue Burgos. Todo un reto. No sólo porque desconocía que alberga una de las catedrales más bonitas de Europa (patrimonio de la humanidad y toda la onda) sino también porque suponía una prueba de fuego laboralmente hablando, ya que visitaba a los clientes junto con mi jefe, y el jefe jefe. Soy alivianado en general con las jerarquías empresariales, sin llegar nunca a amotinarme claro, pero al final se siente cierta presión cuando sabes que están siendo estudiados cada uno de tus movimientos, como si reportaje de National Geographic se tratara, y te dicen “Tienes 100 puntos…a ver con cuantos acabas” (en broma… o no… acabé con 75). El centro de Burgos es espectacular, alguna vez amurallado para resguardar la catedral que cuyos laterales recuerdan un poco a Notre Dame, aunque ciertamente más bonita que esta última pero sin el marketing de Victor Hugo. Desgraciadamente no pude entrar, debido a que es dentro de los horarios en que yo trabajo, pero sus alrededores son bastante gratificantes. Ese día, mi jefes tuvieron a bien llevarme a correr a un ritmo que llamaron ''smooth and slowly'', y así lo hicimos a todo lo largo del rio Arlanzón, atravesando el centro y al lado de árboles que da la impresión crecieron hasta llegar a un techo invisible, porque comienzan a crecer horizontalmente. Entramos a un área campestre que también forma parte del camino de Santiago, y ahí entre las piedras Los últimos 2 kilómetros ya no veía nada, porque la corridita me tenía con la lengua de fuera, ya que por lo visto smooth and slowly no significa ni suavecito ni lento, sino casi lo contrario. Para recuperar fuerzas Burgos ofrece una deliciosa gama gastronómica, distinguiéndose el queso de burgos (un queso simil al panela),las chuletillas de cordero (que al ser cortadas en pequeñas porciones no resultan tan grasosas como lo son normalmente) acompañadas de papas al horno, también cochinillo al horno, y por supuesto, su popular morcilla de burgos (sangre cocida con arroz en forma de chorizo) que se acompaña con pimientos rojos asados bañados con un poco de aceite de oliva, o mexicanizando el plato, lo que vendría a ser moronga con arroz y rajas.
Un poco más al norte, esta Vitoria, esto ya en la provincia de Álava que forma parte del país vasco (Álava, Vizcaya y Guipúzcoa). Siendo esta quizá la ciudad más bonita que haya visto en España, bueno, su centro histórico pues. Lleno de empedradas callejuelas, estrechas calles, recovecos de fotografía, y la incorporación de áreas verdes y arte urbano entre medias (habiéndola galardonado con el premio de Green city), además de tener una iglesia cuyo principal tesoro es la milagrosa virgen blanca. La ciudad pues, en conjunto es encantadora, típica ciudad bohemia para aquello escritores que necesitan de esos ambientes acogedores con olor a tabaco y vino tinto. Mas al norte, ya en Gupúzcoa y bañado por las aguas del mar cantábrico se encuentra San Sebastian, del cual se destaca su centro histórico donde también abundan los pinchos, las copas de vino y la cidra. Esta última la sirven alzando mucho la botella y bajando mucho el vaso, no entiendo muy bien pa’ que. Pero así lo hacen. Cuando acaban te das cuenta de que no te sirvieron ni la mitad de ese vasote, lo cual me da un sentimiento de Barnaby que me empuja a decir 'sírvale más! Que la estoy pagando!', pero no es así, y es que la usanza detrás de estos 'culitos' como son llamados, es que te los tomes rápido junto con un pincho, y vayas a otro bar a hacer lo mismo. Costumbre a la que me podría habituar fácilmente por la sensación de estar en movimiento aún y cuando estés haciendo lo mismo. San Sebastián cuenta con una pequeña bahía que da forma a la Playa de la Concha. Resulta bastante agradable caminarla escuchando a los lugareños hablando el Euskera, que bien me señaló un cliente de allá que vivió en México, que fonéticamente tiene un deje parecido al Náhuatl, por sus constantes ‘tse’… que aunque improbable, esbozar la teoría de que sea una lengua procedente del Náhuatl sería válida, total, nadie sabe el origen del dichoso vasco, para rematar en el centro y ver un pequeño partido de pelota vasca (frontón pero con la mano y una pelota especial) Como puede leerse, no puedo contar mucho más de estos lugares, porque tengo poco tiempo, al fin y al cabo trabajo...pero se hace lo que se puede.
Fuera de días laborables, fui a Valencia a un evento llamado 'las fallas'. Este evento se hace en toda la ciudad y consiste en que cada barrio haga figuras/esculturas masivas llamadas ninots y de temas variados que son destinadas a ser quemadas, lo cual es una tristeza, pero comprensible, porque después de tantos años de fiestas, tendrían que hacer una ciudad entera para albergar las figurillas. Las esculturas son impresionantes y algunas gigantescas. El grado de detalle es alucinante y ni que hablar de la creatividad que llevan. Hay muchas y de diferentes categorías, que si las grandes, las chicas, las infantiles…. Entre medias se hacen peregrinaciones, cuya finalidad es llevar flores y poder crear un manto a la virgen patrona de aquellos lares, con atuendos de abolengo y con peinados parecidos a los de la princesa Leia, cabalgatas, castillos de fuego, corridas de toros y Mascletás, estas últimas no son más que un tronadero de cohetes de todos los tamaños de más o menos media hora dentro de una gran jaula, al finalizar el escándalo se abre la valla que separa al publico del área de peligro y corre desaforado hacia donde está la dichosa jaula, yo no sabía por qué pero también estaba corriendo. Me di cuenta de que la gente corrió para poder recibir y levantar en brazos al que organizó el petarderío, ya que se le considera por breves momentos todo un héroe popular (“...in the future everyone will be famous for fifteen minutes…”). Yo fui en plan cultural a ver todo esto, pero me llevé una gran sorpresa al descubrir que el evento se ha convertido en una borrachera disfrazada (casi igual al Cervantino, juegos de baseball, lunes de dominó y tantas otras borracheras disfrazadas). Ya había ubicado varios puntos de fiestas al aire libre a las cuales acoplarme...porque estando solo, no hay mucho más que se pueda hacer más que convivir de manera individual con el jolgorio colectivo, al final tuve suerte y me encontré con una compañerita del trabajo y sus amigas. La pasamos genial caminando por la calles repletas de gente al ritmo de la música de por ahí y por allá, y tomando bebidas etílicas a los pies de las fallas que por las noche estaban iluminadas y resaltaban vivazmente entre la muchedumbre, rematamos en un lugar donde no me dejaban entrar, pero la influencia de mi amiga y las suyas fueron lo suficientemente buenas para lograrlo. Al día siguiente, no sé por qué, pero me levante con sed, dolor de cabeza y antojo de chilaquiles bien picosos. Pero a falta de menudo, tortas ahogadas y micheladas, lo que encontré fue una muy buena y económica paella valenciana, la cual bañé en harta salsa tabasco, junto con unos típicos buñuelos de calabaza.Ya de regreso a casa y con la cruz un tanto mitigada, no podía dejar de reír y pensar que al final el terror que provocó el que alguien me recordara que el tiempo de vida se agota, da pie a moverse y hacer planes que nunca hago pero que me vendrían bien. Italia, Suecia ¿Por qué no?
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