Porque los pensamientos no se leen, primero se escuchan, luego se escriben, y entonces sì, se leen.

sábado, enero 08, 2011

Gastronomia















Capitulo 1
A veces pienso que todos tenemos algo de animal, bueno, animales somos, aunque pensantes (no todos), pero yo me refiero a la parte animal más bien instintiva. Muchas veces la parte que me toca de esto pienso que es perruna, que habrá el gracioso que piense ‘por lo peludo’ pero va a ser que no, es más bien en la parte olfativa y la debilidad que tengo por la comida. Y así como buen perrito que mueve la cola esperando una recompensa comestible, así me premio yo cuando las cosas salen bien.
Me premié porque ya tengo un trabajo, más a doc con el master que estoy haciendo. Y es que mientras estuve los fines de semana mesereando en el restaurante mexicano, no dejé de buscar por otros lados, que con todo me costó trabajo dejar el restaurante porque me daban de cenar bastante bien, cochinita pibil, carne enchilada, quesadillas, tacos al pastor…pero bueno eran muy pocas las horas que podía hacer ahí.
Las entrevistas por las que pasé antes de conseguir el trabajo, como todo, tuvieron sus peculiaridades.
Una de ellas fue una entrevista fantasma, me citaron a las 11 am en un lugar, y cuando llegué no había nadie, pero ni siquiera nombre de la empresa, ni señales de vida, así que fuera de sorprenderme y pensar en algo como la leyenda de las siete iglesias, me enojé porque me hicieron gastar mi pase del metro.
Otra entrevista más era para ser vendedor de tennis en una tienda Foot locker. La cola era de al menos 150 candidatos. Pero la mayoría de ellos estaban fuera de la tienda, en cambio yo, decidí esperar dentro. Ya llevaba yo una hora esperando, cuando urdí un plan. Empezar a poner cara de perro a medio morir (ojos grandes y vidriosos, mirar de abajo hacia arriba, y poner la boca un tanto chueca). Al fin pasó una señorita y me dijo “Tú llevas ya mucho tiempo por aquí, ¿no?” y yo sin salir de mi papel, asentí lentamente. “Deja te busco para que ya te pasen…”, para que mi curriculum llegara hasta arriba y por lo tanto mi turno, quedaban al menos y con ojo de buen cubero, unos 50, por lo que mi táctica de perrillo funcionó a la perfección. Me pasaron a una oficina, y el que me iba a entrevistar se presentó como Giussepe. “Hola, tu nombre es…”, “Me llamo Jaime” “Ah! Jaime! ¿de dónde eres?” “Soy de México”. Y eso fue de las últimas cosas que le pude decir de mí, porque de ahí en adelante empezó a hablar como merolico. “!México!!Muy bonito! Cerca de los estados Unidos, nunca he ido, pero es bonito sí. Yo soy de Italia, ¡Cuánto hecho de menos la Italia! La pasta de allá es mucho mejor, ¡mucho mejor!, aquí no la saben hacer, en algunos lugares quizá, pero no he ido, bueno Jaime, pero estás aquí por lo del trabajo, ¿no?” “Sí, estoy estu…” “!Muy bien! Aquí nos gustan las personas extrovertidas y abiertas, que les guste reir ¡reir! ¿sabes?, y tú eres así ¿no?” “Sí, a mi me gust…” “!Perfecto!!perfecto!, porque el que se fue, era un gilipollas, gi-li-po-llas, un stronzo de pies a cabeza. Pero bueno, tú eres diferente, así que pienso que la entrevista fue bien, yo te llamo”. Y así de fácil fui despachado de la tienda, sin haber dicho más que tres palabras. Como es obvio, supe que no me iban a hablar.
En otra oportunidad, me citaron en el World Trade Center, y lo primero que pensé fue “Ay wey”. Así que me puse (según yo) la ropa más formal que tengo, rasurado y con CV en la mano. Cuando llegué había unos 10 candidatos esperando la entrevista y mientras yo también esperaba, analicé a mis potenciales enemigos. Había una con rastas, y otras dos vestidas como hippies, a estas las descarté inmediatamente, porque el puesto era en ventas de energía renovable y ahí la imagen cuenta mucho. Quedaban 7. Otro no pudo pasar por no tener papeles legales. 6. Un árabe de barba larga y turbante, lo siento pero están muy mal cotizados. 5. Y estos 5, ya eran de preocupar, por que habiendo un solo puesto disponible, llevaban una ventaja. Trajes modernos y planchados, camisas de mancuernillas, zapato boleado y dos de ellos con pañuelo en el bolsillo del traje que hacía juego con la corbata. Yo en cambio, unos zapatos viejos y no muy bien boleados, de camisa pero sin fajar, y unos pantalones más arrugados que un Shar pei. Había que hacer algo… discretamente tiré sobre mis zapatos agua de la botellita que traía y los froté contra las pantorrillas, mejoraron un poco. Los pantalones eran un problema, y es que sin plancha, no se puede hacer mucho, pero opté por calentarlos con el vaho y tratar de plancharlos con la mano, esto no mejoró nada. Y la camisa, pues bueno ya no me la pude fajar porque es de las cortas. Y la entrevista fue mal, no era compatible con mis horarios de estudio, así que salí de aquella entrevista con los zapatos medio mojados y los pantalones con olor a Colgate.
Pero la última fue bien, y me dieron el trabajo, que es como empezó todo esto. Así que me premié con una steackhouse cesar de Burguer King que me encanta, pero afortunadamente se atravesaron otras viandas de mejor calidad. Del master hubo cena navideña, y con ellos fui a un restaurante italiano. De entrada nos dieron carpacho de ternera, de segundo plato pizza de jamón serrano y de postre tiramisú, lo cuál fue bajado con copas de vino tinto. Pasamos un rato muy ameno en una mesa que parecía de gigante y donde una cabecera era imposible que se enterara de lo que pasaba en la otra.
Ya en el trabajo, aún y cuando llevaba solo dos días, fui invitado a la cena de fin de año. Y aunque fue más costosa que la del master, valió la pena cada peso que pagué (bueno cada euro). Para empezar llegamos un poco más temprano dos compañero y yo, y estuvimos en la barra tomando cerveza y picando jamón serrano y aceitunas gourmet, y conforme fueron llegando los demás pasamos a la mesa.
De entrada nos trajeron muchas cosas. Más jamón serrano, pero esta vez acompañado de pan rústico con tomate y aceite de oliva, queso manchego con higos deshidratados, chipirones rebosados (calamares chiquitos), calamares empanizados, chorizos varios, fuet, blanco y negro, mejillones en su concha bañados en salsa de tomate y cebolla (cuya salsa era como para comerse a cucharadas) por los cuales me regañaron los compañeros porque los estaba sacando de su concha y me los comía aparte, y no, hay que arrebañar salsa y luego cual ostión se come, y también porque llevaba en el bolsillo mi salsa tabasco y todos me repitieron que estaba echando a perder el sabor (la dejé de usar) y ya por último chiles padrón (que no pican) asados y pasados por sal. Y eso solo la entrada. Como platillo fuerte, yo pedí parrillada. El platito contenía: butifarra, entrecot, chuleta de cerdo, chorizo, papa, pimiento y tomate al horno. Y de postre un pequeño sorbete de limón. Estuvimos acompañando la cena con vino tinto, cervezas; para brindar, cava (champagne, pero como la denominación de origen la tiene Francia, pues se llama así), y como digestivos me dieron a probar un aguardiente gallego llamado orujo (que ha como raspa) y un licor de avellana italiano llamado Frangelico (una delicia). Ya muy cenados y bastante bebidos, fuimos a otro bar, donde me dieron a probar un Gin tonic – pero muy bien preparado- que insistía un compañero, y sí, traía limón, naranja y granitos de café, que la verdad redondeó la noche.
Poco después de eso, una del master festejó su cumpleaños, y como es Mexicana, nos citó a todos en el restaurante mexicano “la generala” (ques’que de Rafa Marquez…). La mesa reservada era para seis, y acabamos asistiendo catorce. Terminamos repartidos por todos lados comiendo tacos de picadillo en una mesa y chicharrón en otra, acompañados con Coronas que uno que otro rellenaron con tequila.
Capítulo 2
Y entre tanta comida y salidita llegó el 24 de Diciembre. Y lo festejamos en mi casa. El plan era que cada quien llevara algo de comer. Yo preparé chilaquiles con pollo. Pero me sobraron chiles y tortillas (de harina porque de maíz no encontré) así que asé los chiles e hice de las tortillas sobrantes, buñuelos glaseados (que mi abuela hacía de una manera tan fácil, y a mí no me salieron, razón por la cual los tuve que glasear).Y los chilaquiles pudieran parecer fáciles, pero tienen su ciencia, para empezar porque a falta de licuadora, tuve que molcajetear la salsa, y después porque el queso que compré que claramente decía “Ideal para gratinar” no se gratinó, todo lo contrario, al estar rayado, dentro del horno varios pedacitos de queso comenzaron a prenderse como pequeñas velitas de pastel de cumpleaños. Los argentinos trajeron kuskus, la chilena preparó una ensalada de queso de cabra, el colombiano preparó patacón (plátano macho frito y aplastado con una guarnición de jitomate, cebolla y tocino, que está increíble), otros mexicanos trajeron frijoles refritos, alguien más trajo arroz con champiñones, y me parece haber visto jamón serrano. La pasamos bastante bien, y acabamos viendo videos varios en internet que nos tenían atacados de risa.
Después de Navidad, tuve vacaciones tanto del master como del trabajo, así que aproveché para ir al pueblo de mi mamá, Moral de Calatrava, el cuál ya he descrito muchas veces, y que me encanta no solo por la familia y la comida de mi abuela. Me encanta por sus 5500 habitantes, sus dos semáforos, su viejo molino que se ve a lo lejos en la montaña opacado por gigantescos molinos de viento nuevos y modernos, la gente, los amigos de mi primo, con los que disfruto muchísimo riéndome de sus historias, observando la manera en la que conviven, las expresiones, los ademanes, lo que les hace gracia, lo que les disgusta, la obsesión por ir en coche a tres cuadras, sus vanidades, sus miedos, sus bares… en fin, ser un espectador en vez de un actor. Una amiga tuvo a bien invitarme a Cd. Real, a nada realmente, más que dar la vuelta ¡y vaya que dimos vueltas!, fueron continuos recorridos en círculo, pero la verdad es que me la pasé muy bien, y no hubo (creo) silencios incómodos, donde uno piensa ‘puts…esto va a ser tedioso’. Una amiga que había conocido ‘antes atrás tiempo’ y que tenía mucha curiosidad de ver nuevamente, y ella al igual que yo hemos cambiado… para bien espero, así que me dio muchísimo gusto estar con ella y descubrirla diferente. Claro que interactuo con los demás también, y sobre todo en los bares, que es donde normalmente nos vemos. Y es justamente ahí donde empieza el tapeo, la comida nuevamente, los muslitos de mar,los chorizos, los quesos, los cacahuates, los higaditos en salsa, las costillitas, los mejillones tigre, las cortezas… y de todo hay que probar. Pero para comidas las de mi abuela. El cocido, la paella, el guisado…no los puedo describir, pero son exquisitos, tienen ese toque casero que no se puede hallar en ningún otro lugar. La cena del 31 también tuvo su buena parte de comida, preparada por mi tía. Patas de centollas, gambas, mejillones con algo parecido a una pico de gallo, ternera en salsa roquefort y merluza en salsa blanca. Y ni hablar de los mantecados, los turrones, los rosquillos, porque no acabo. Además es la segunda vez que me toca compartir el fin de año con ellos, y eso me da ‘harto’ gusto, porque bueno, los azares de la vida nos tienen a unos en México y a otros en España, y además mi familia de acá ya es campeona del mundo.
Cabe decir que lo que comí toda una semana en el pueblo, la acompañé con cañas y cubatas (cerveza y cubas pues) toda una semana también, mi abuela un día me dijo – volviste a cenar en vaso ¿eh? – me dio un poco de vergüenza, pero solo poquito. Porque lo que fue un día antes de año nuevo y año nuevo, los recuerdos quedan en las fotos y en la mente de los moraleños, porque yo recuerdo muy poco y en forma de flashasos.