Esta semana sucedieron cosas.
Mi hermanita se graduó, y ya es toda una licenciada, cosa que por supuesto nos dió mucho gusto aquí en la casa, no porque no fuera a suceder, por que es muy listilla, pero siempre es motivo de emoción. Y a mis papás solo les falta uno, aunque la tiene dificil ahora mi pobre hermanito porque como el dice "Si hubieran sido burros no tendría tantos problemas". Y es que Nuria con el reconocimiento aquel de mejor pomedio de kinder-prepa y yo con le "lincenciado awards" pues la tiene dificil.
También sucedió que nos fuimos Zacatecas a ver el final de temporada del chino en los coyotes. Ganó pues el tercer lugar, aunque de la carrera lo echaron, ya que por fallas mecánicas no podía virar a la izquierda, por lo que en la curvas se iba derecho, teniendo que meter reversa para regresar a las pista. En fin, se abió la botella de la victoria (con el respectivo corchazo que se le propinó a una monita que andaba por ahí) y se bañó al coche y al piloto. Pondría fotos, pero para variar las sacó María y por lo tanto, jamás las tendré en mi poder.
Ya me hacían falta otros aires, aunque fueran polvorsos y en eventos de un deporte que a mí no me llaman mucho la atención, pero bueno, todo sea por un amigo.
También sucedió que recibí una carta. Me la mandó Cecilia desde España. Cosa que me dió muchísima alegría. Muchas veces he intentado mantener correspondencia tradicional con varias personas, sin mucho éxito, hasta dejé por escrito esta pequeña frustración en el cuento "Tarjeta de presentación". Esto de las cartas empezó allá en secundaria, cuando me uní a aquel grupo llamado 'pen-pal' gracias al maestro de inglés Genaro (no recuedo su apellido); me carteaba con una chava de Finlandia y otra de Singapore, todo con la finalidad de practicar el inglés. Aquello duró un rato, y aún conservo las cartas, de hecho ahorita mismo se me está ocurriendo mandarles una, nomás por ver que pasa. El segundo de estos intentos, fue con Álvaro, con el que también hubo un intercambio, sin embargo no duró mucho (y hasta hace poco le entregué una que nunca mandé) y es que se hizo más fácil mandar un eventual mail. Luego vino Cecilia, cuando estaba en Monterrey le mandé unas cuantas cartas e inclusive me respondió algunas, pero fueron pocas. Hace unos meses el intento fue con Cristina de la que no recibí ninguna, pero esa es otra historia. Alguna vez se lo propuse a Ani, aún y cuando vivieramos en la misma ciudad, pero por alguna razón sonaba ilógico. Así pues me dio mucha alegría que la iniciativa por primera vez en estos temas no fuera mía, y que esta pequeña obseción de encontrar alguien con quien cartearme quede por lo pronto resuelta.
El último suceso fue Luima.... Como siempre la vi después de mucho tiempo y con la alegría habitual de verla, pero ayer que la vi aprendí algo. Que ella es Luima y yo soy Pollo. Que en resumidas cuentas, quiere decir que los puntos suspensivos con los que siempre acompañaba su nombre, se han convertido en uno. ¿Por qué? porque así lo decidí. No dejará de ser pues como un reconfortante regaderazo frío en un día muy caluroso, pero hasta ahí. Luima es Luima y yo soy yo. Me quedo un poquito incómodo con el asunto, por la poca prudencia que me caracteriza, ya que se lo dije vía mensajito.
Todo esto ha resultado muy significativo sobre todo en esta etapa en que me he empeñado en cambiar (por segunda vez este año, ya que el primer intento fue un descalabro horrible), así que de alguna forma avanzo antes de entrar al taller de pintura y hojalateada emocional.