Los acertijos, en alguna etapa de mi vida, me llamaron suficiente la atención, como para tratar de conquistar a alguien a través de ellos. Eso, como es fácil de suponer, no funcionó. Sin embargo, mi gusto por ese tipo de cosas permaneció.
Hace ya casi dos años que Aristeo me dijo "1001 en la literatura latinoamericana. En un autor. Cuando lo leas te acordarás". Aquello no tenía tintas de dilema, sin embargo con el tiempo, me obsesioné con aquella idea. ¿A qué se refería?¿qué enseñanza había detrás del 1001?.
Hace ya casi dos años comencé la búsqueda de aquel número. Primero através de los que sé son gente lectora, y me parece que Álvaro fue el único que me había dado la referencia de Borges, sin que me pudiera ayudar a descifrarlo.
Hoy, ya por terminar un libro de cuentos de Borges, y no con afán de buscar el numerito, sino más bien por matar tiempo (perdón si alguien se ofende con lo de 'leer a Borges por matar tiempo'), fue que apareció en varias ocasiones el número 1001; y específicamente haciendo alusión a las mil y una noches.
Ninguno de esas menciones en los distintos cuentos revelaban algo que me pudiera cuadrar. No fue sino hasta en el último cuento, el sur, que el asunto tomó forma.
Ese cuento es en palabras del autor - mi mejor cuento-, cosa que de entrada me llamó la atención, no porque Borges se sintiera orgulloso, más bien porque es una decalaración que dada la enorme cultura que le atribuyo a Aristeo, tendría cabida.
Leí el cuento cuatro veces. A grandes rasgos y sin profundizar en este resumen, trata de un tipo que va a la parte Sur de Argentina, donde además de ser la parte austral del país, es el pasado del mismo. Ya en aquella región, y depués de haber disfrutado su travesía -cargando siempre una copia de las 1001 y una noches-, el protagonista, se enreda a palabras con un peón de rancho y cuchillo en mano deciden resolver el problema.
Ahí acaba; pero sabes que el tipo va quedar degollado.
Antes de tomar el cuchillo para enfrentar al peón, Jorge Luis escribe:
"...Salieron, y si en Dahlmann no había esperanza, tampoco había temor. Sintió al atrevesar el umbral, que morir en una pelea a cuchillo, a cielo abierto y acometiendo, hubiera sido una liberación para él, una felicidad y una fiesta, en la primera noche del sanatorio, cuando le clavaron la aguja. Sintió que si él, entonces, hubiera podido elegir o soñar su muerte, ésta es la muerte que hubiera elegido o soñado.
Dahlmann empuña con firmeza el cuchillo, que acaso no sabrá manejar, y sale a la llanura."
Sin esperanza y sin temor, que dice. Aquello del 1001, salió en casa de Victoria -ahora de Aristeo también- en Wimbledon, en medio de una barbacue, y despues de haberle pedido que plasmara un pensamiento en el libro de pensamientos que cargo cuando viajo. Iba yo regresando de mi viaje.
La solución del acertijo, si es que lo es, no tiene que ver con el fondo del cuento, ni tampoco con el 1001 - esto creo yo, fue la referencia más fácil pero a la vez acertijable, para buscar-, es aquello que ya me agrada como se escucha. Sin esperanza, sin temor. Algo que en aquella noche de carne asada en un jardín, a mí, me sobraba. Hoy, dos años después, tengo esperanzas y temores, y no por eso soy más feliz. Tendré que pensar pues, en des-esperarme un poco y recuperar una valentía basada en ser más impulsivo, para poder algún día morir de una forma tan heroica como a duelo con cuchillos.
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