sábado, mayo 12, 2007
Iba yo, muy tranquilamente a correr, cuando me preguntaron que si no quería jugar fut, que porque no se completaban. Así pues jugué, digo, ejercicio ya iba a hacer, pues que mejor.
El equipo en el que me tocó jugar era una gonorrea. Malísimo. Hasta me hizo recordar cuando jugaba con el CDP los sábados en la mañana, donde perdíamos por marcadores tan abultados como ocho-cero. Ya después nos pusimos con equipos de nuestro nivel, sacados quien sabe donde. Con decir que una vez jugamos contra un equipo donde al portero le decían 'tuerto', y no exactamente por sarcasmo, así que el tirarle a la derecha simpre nos dio la posibilidad de empatar encuentros y a veces hasta ganarlos. En algún otro equipo estaba al que llamaban 'mudo', que aunque no ofrecía ninguna ventaja para nosotros, se la pasaba bufando y emitiendo sonidos para hacerse entender. De esa calaña eran nuestros contricantes, hasta que un buen día jugamos contra la EFA (escuela de fútbol Azteca). Cuadro de igual capacidades que nosotros, o sea, maletísimas, pero ese sábado en la mañana se forjó un clásico del futbol llanero al acabar con un honroso cuatro por cuatro. Me parece que nos vimos unas tres veces más. Perdimos y ganamos alguno.
Fuera de aquel digno rival, he visto como los demás nos pasaban por encima.
Esto viene a cuenta por lo mismo, el partido en el que 'ayudé', acabó perdiéndose cinco-cero.
De pronto (como siempre y extrañamente después de un partido) el mundo se me vino encima; solo que esta vez de manera distinta. Me imagino que influyeron los sucesos de estas dos últimas semanas y la presión de las siguientes dos, combinadas con varias decisiones que involucran el hacer lo que quiero o lo que debo.
Aliados y contricantes salían de la cancha, el sudor todavía rodando hasta el pasto, recuerdos de aquellos juegos y de otros en mi mente, lo de hace dos semanas... me inundó un sentimiento de fracaso, pero no por haber perdido ese partido en específico o los demás, más bien como si estuviera destinado al fracaso.
El hacer o deshacer perdió sentido en un momento, una caída libre donde el paracaídas ya falló y no queda otra más que esperar y observar como el inevitable suelo se acerca vertiginosamente.
Esto desvirtúa mucho aquello de mis decisiones terrenales enfocadas desde el punto de vista existencial del deber o el querer, porque, ¿que caso tiene si uno ya se siente destinado ha embarrarse?
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