Me subió el ánimo la llamada de mi amiga Giselle.
Giselle, porque pocos la conocen, es una psicóloga de 28 años que conocí cuando trabajaba en L'eclair, y ella en la florería de al lado. Para los que la conocen de aquellos tiempos sabrán que yo me portaba muy mal con ella. Posiblemente de las pocas personas que he tratado de la patada intencionalmente.
Con el tiempo y no sé bien como nos hicimos amigos.
De vez en cuando nos vemos y vamos al cine, al café o por un trago, generalmente al centro. Esas salidas siempre se basan en tratar de destripar el uno al otro desde dentro hacia afuera. Que si estoy frustado, que si ella está reprimida, que si su pasado, que si mi futuro. Es una competencia no oficial, de tratar de ver quién toca la fibra más profunda, con la pura intención de elevar nuestros egos a costillas del otro.
Pero la llamada del otro día no fue así , fue un genuino trazo de amistad. Ver como estaba y buscar consuelo con algunos problemas que ella tenía, yo escuché y también dejé salir alguna que otra cosa que me tiene mareado.
Me sentí bien pues. Posiblemente por que al ser una enemiga íntima, esta vez nos hayamos quitado los sombreros y dieramos tregua para ver si el rival sigue estando en condiciones de ser pisoteado psicológicamente.
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