Porque los pensamientos no se leen, primero se escuchan, luego se escriben, y entonces sì, se leen.

domingo, octubre 28, 2007

Placeres culposos


Tenía hambre, cosa no muy extraña siendo humano, por que a lo mejor si fuera máquina no me da, no sé, además era hambre de media noche, la que te da después de unos tragos, que llega aún y si cenaste antes de los dichos tragos. En fin, decidí dirigirme a los mugres, que pueden ser conocidos en el medio también como los de jabón, los de la pandillera, los de doña pelos... ya que están cerca de mi casa y siempre son garantía de calidad (aunque ciertamente no de higiene). Resultó, que había mucha gente esperando ruidosamente un taco. Sopesaba entonces el quedarme y chutarme bromas de borrachos o irme a la cama con hambre, cuando volteé la vista hacia las hamburguesas que están enfrente de los tacos. El pepenaburguer, ha sido víctima de incontables escrutinios por parte mía, cada vez que al esperar que cambie el semáforo, me toca estar al lado del puesto. Si los mugres no tienen sentido de la higiene, el pepenaburguer, no conoce ni siquiera la palabra. Un freidora negra, la cochambre que escurre por todo el carrito, los toperwares viejos y churrugosos, cajas de cartón ahumeadas a más no poder, y por supuesto el mismísimo pepenaburguer, que básicamente tiene pinta de un pepenador sirviéndote hamburgesas.

Alguna vez había ido, y juré que no lo volvería hacer, primero por que en aquella ocasión me supieron a quemado las papas, y segundo, por que al pasar tantas veces por ahí y detenerme a observar que otro detalle de suciedad encontraba, la verdad es que yo ya lo veía como foco de infección.

Pero bueno, tuve un lapsus de esos que en que no piensas y me dije ¿por qué no?.

La habilidad de pepenaburguer para hacer las hamburguesas es notable, y la suciedad vista desde enfrente del puesto, es también sobresaliente, ya que nunca me había percatado de que no limpian la barra, por lo que platos, servilletas, envases y todo lo de la noche se acumula paulatinamente ahí.

Terminó de hacer mi hamburguesa que acompañó con una buena ración de papas a la francesa y me comentó que le pusiera de la salsa. La salsa, de color amarillo y en un envase raro, tampoco me produjo mucha confianza (cuando se ha visto una salsa amarillo fosforecente), pero déjenme decirles que al probar la hamburguesa con dicha salsa, el carrito se convirtió en pura pulcritud. Deliciosa y exhuberante ¿que importaba el basurero de donde venía?, el sabor opacaba aquel reino de cochambre.

Al día siguiente esperaba con mucha resignación las fatales consecuencias del placer culposo cometido la noche anterior, "¿Que he hecho?" me decía una y otra vez. Sorprendentemente no pasó nada, los intestinos funcionaban como siempre, bien. Impresionantemente el pepenaburguer pasó la prueba de fuego, y en vista del éxito obtenido, probablemente regrese gustosamente algún día a ese cuchitril gastronómico.


También fui al concierto de Intocable. Que bueno, estuvo bien. Lo más importante de la velada, fue que se llevó a cabo en el Alfonso Lastras. Nunca había estado en una cancha profesional. Y aunque estaba llena de gente, al tocar el pasto uno no puede evitar (como creo, casi cualquiera que le guste el futbol) imaginarse como futbolista. Otro placer culposo, soñar despierto y después sentirte mal por regresar a la realidad. De futbolista siempre me ha gustado más imaginarme como un Zidane en vez que un Pelé. O sea, como mediocampista y no tanto como delantero (siendo yo en todo caso contención). Porque seguramente la gran mayoría sueña con el gol de la victoria. Yo no, me produce mayor satisfacción idearme mandando un buen centro depués de haberme quitado a dos, que meterla de chilena. Ya me estaba preparando para la resaca de la imaginación, cuando recordé un partido donde justo en los linderos del área, tiré a gol. Le metí todo el empeine al balón, y sin embargo el tiro salió más bien flotadito, como si le hubiera dado con la parte interna. El disparo se fue por arriba de la portería. Pero la descarga de adrelina quedó grabada a fuego en mi memoria, fue eclipsante. Una sensación de lo más rara. El recuerdo evitó pues sentirme mal.


Aforunadamente, por esta ocasión, ningún placer culposo tuvo consecuencias.

1 Comments:

Anonymous Anónimo said...

bue - ni - si - mo gords!

7:51 a.m.

 

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